A Rilke, variaciones, de Rafael Cadenas (Galaxia Gutenberg) | por Francisca Pageo
Rafael Cadenas ya escribió a Rilke hace algún tiempo, pero es con estas variaciones que completa lo que empezó a hacer, añadiendo más poemas a su poemario Gestiones. Rainer Maria Rilke es aquí el protagonista, a quien van dirigidos estos poemas que no dejan de ser desarrollos y no metas, que son el camino y el proceso y no el destino. Son estos poemas que se van haciendo a sí mismos, que van tornándose huellas, señuelos de aquello por lo que queremos apostar, de aquello por lo que de, algún modo, se personifica ante el hombre. Como dice Jordi Doce en el prólogo, esto convierte al libro en algo que se hace y se diseña sobre la marcha. No hay idea preconcebida, no hay sino, pues los poemas son el sino en sí mismos.
Estamos ante una poesía abstracta que no toma los conceptos como ejemplo a testificar, sino que los conceptos vienen después, una vez hecho el poema. “Tu poesía nos alecciona / para dar con un ver desnudo / que nos devuelve lo que es.” Es así una poesía intuitiva, huidiza. Que rehuye de las ideas haciendo aflorar el sentimiento y la emoción de las palabras mismas. El camino de estos poemas se torna pasado, hay una especie de memoria, de recuerdo, que los va haciendo. No hay un futuro, pues el futuro del poema es algo que ya se ha logrado hacer en el logos. “Me estremece / la palabra destino”, dice Rafael Cadenas. Son estas palabras que se van haciendo conforme un deseo, una esperanza y una nostalgia de lo que es y ya fue.
Aquí escuchamos la poesía como un canto, como una búsqueda en lo hondo y lo profundo. Hay una infancia bruta en estos poemas. Una infancia de adulto, pues no sólo existe la infancia del niño. El adulto recorre su interior para hacer de su inocencia un símil, una búsqueda sobre lo incansable e insondable en lo exterior. Cadenas hurga en sus recuerdos y su memoria para hacer de las palabras una tapadera de la verdad, de lo que viaja entre ellas y sobre ellas. “El viajero andaba / entre palacios / trenes / hoteles…” Hallar las palabras es hallar así el camino de vuelta y regreso a un mundo que nos alecciona sobre la vida, que nos embauca hasta el más pequeño hueso que tenemos en nuestros cuerpos. Rilke viajaba y aprendía porque no podía hacer otra cosa, y el poeta viaja con las palabras porque tampoco puede hacer lo mismo. Es una poesía del viaje y sobre el viaje, ese que hacemos cuando pensamos, cuando reflexionamos, pero reflexionar va más allá del pensar, es hacer de la palabra razones y porqués, es conferirle a la palabra el poder de su resurrección misma.
No sabemos qué habría pensado Rilke de estos poemas, pero sin duda se habría visto en ellos. Aunque no es una poesía austera, si es una poesía firme, que se asienta en las palabras y en su ritmo porque no puede asentarse de otra manera. Es una poesía nómada y espiritual, que eleva el espíritu hasta consagrarlo a un estado de aturdimiento, de pregunta misma, de des-ubicación con el entorno en el que nos hallamos. No hay aquí lugar, la palabra es el lugar mismo. Los pensamientos de Cadenas confluyen con el exterior en un espacio etéreo, donde las palabras van formándose en su respiración, en su hálito y aliento de vida. Los poemas se nutren a ellos mismos y nosotros solo podemos nutrirnos de estos si los buscamos, si vamos en su dirección o si se meten en nuestro camino. Estamos ante un poemario que nos ha buscado y nos ha encontrado, que nos ha seducido como Rilke seducía. El poeta ha sabido captar la esencia del poeta mismo, y a su vez, ha encontrado su esencia misma también. Esencia de poesía, de creación, de sentimiento, de búsqueda incansable de la palabra.